He aquí una serie de ideas sobre relaciones que he extraído de algunos libros de Bucay:
La palabra imbécil la heredamos de los griegos (im: con, báculo: bastón), quienes la usaban para llamar a aquellos que vivían apoyándose sobre los demás, los que dependían de alguien para poder caminar. Los imbéciles afectivos son aquellos que dependen todo el tiempo de que alguien les diga que los quiere, que los ama, que son lindos, que son buenos.
La verdad es que siempre puedo vivir sin el otro, siempre, y hay dos personas que deberían saberlo: yo y el otro. Me parece horrible que alguien piense que yo no puedo vivir sin él y crea que si decide irse me muero... Me aterra la idea de convivir con alguien que crea que soy imprescindible en su vida.
Estos pensamientos son siempre de una manipulación y una exigencia siniestras.
El amor siempre es positivo y maravilloso, nunca es negativo, pero puede ser la excusa que yo utilizo para volverme adicto.
Por eso suelo decir que el codependiente no ama; él necesita, él reclama, él depende, pero no ama.
Me encantaría que la gente que yo quiero me quiera; pero si esa gente no me quiere, me encantaría que me lo diga y se vaya (o que no me lo diga pero que se vaya). Porque no quiero estar al lado de quien no quiere estar conmigo...
Es muy doloroso. Pero siempre será mejor que si te quedaras engañándome.
Dice Antonio Porchia en su libro Voces:
“Han dejado de engañarte, no de quererte, y sufres como si hubiesen dejado de quererte”.
Esto es la autodependencia. Saber que yo necesito de los otros, que no soy autosuficiente, pero que puedo llevar esta necesidad conmigo hasta encontrar lo que quiero, esa relación, esa contención, ese amor...
Autodependencia significa contestarse las tres preguntas existenciales básicas:
Quién soy, adónde voy y con quién.
Pero contestarlas en ese orden.
Cuidado con tratar de decidir adónde voy según con quién estoy. Cuidado con definir quién soy a partir de quién me acompaña.
Porque, como dije anteriormente, ser persona es mucho más.
1/ Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.
2/ Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.
3/ Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
4/ Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
5/ Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
Estos cinco permisos esenciales condicionan nuestro ser persona. Y ser persona es el único camino para volverse autodependiente.
Pero atención, ninguno de estos permisos incluye mi derecho a que otro sea como yo quiero, a que otro sienta como yo siento, a que otro piense lo que a mí me conviene, a que otro no corra ningún riesgo porque yo no quiero que lo corra, o a que otro me pida permiso para tener lo que necesita.
Estos permisos no pueden incluir el deseo de que el otro no sea una persona, la intención de esclavizar a otro. Porque mi autodependencia irremediablemente me compromete a defender la tuya y la de todos.
Siempre digo que los matrimonios del mundo se dividen en dos grandes grupos: aquellos donde ambos integrantes quieren haber sido elegidos una vez y para siempre, y aquellos a los que nos gusta ser elegidos todos los días, estar en una relación de pareja donde el otro siga sintiendo que te vuelve a elegir. No por las mismas razones, pero te vuelve a elegir.
¿Qué pasa con nosotros que cuando amamos creemos que el otro tiene que ser como yo me lo imagino, tiene que sentir por mí lo que yo siento por él, tiene que pensar en mí tanto como yo quiero, no tiene que correr riesgos que amenacen la relación y tiene que pedirme a mí lo que él quiere para que sea yo quien se lo alcance?
Esta es nuestra fantasía del amor, pero este amor esclavizante, mezquino y cruel no es un amor entre adultos.
El amor entre adultos transita y promueve este espacio de autodependencia en el otro, tal como aquí lo planteo.
El amor concede, empuja, fomenta que aquellos a quienes yo amo transiten también espacios cada vez menos dependientes.
Este es el verdadero amor, el amor para el otro, este amor que no es para mí sino para vos, el amor que tiene que ver con la alegría de que existas.
Cuando pienso en la palabra encuentro en el sentido en que la cito en todo este libro, la asocio a la idea del descubrimiento, la construcción y la repetitiva revelación de un nosotros que trasciende la estructura del yo. Esta creación del nosotros adiciona un sorprendente valor a la simple suma aritmética del Tú y Yo.
Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor y en nuestro interior, podremos percibir la ansiedad y la inquietud (cuando no el miedo) que despierta un posible encuentro nuevo. ¿Por qué?. En parte, porque todo encuentro evoca una cuota de ternura, de compasión, de ensamble, de mutua influencia de trascendencia y, por ende, de responsabilidad y compromiso.
Pero también, y sobre todo, porque significa la posibilidad de enfretarse con los más temidos de todos los fantasmas, quizás los únicos que nos asustan todavía más que el de la soledad: el fantasma del rechazo y el fantasma del abandono.
El fracaso, si es que queremos llamarlo así, es la expresión que usamos para decir que el vínculo ha dejado de ser nutritivo para alguno de los dos. (No somos para todos todo el tiempo ni todos son para nosotros todo el tiempo).
Pero ¿qué estamos diciendo con ese “te quiero”.?
Yo creo que decimos: Me importa tu bienestar
Cuando quiero a alguien, me doy cuenta de la importancia que tiene para mi lo que hace, lo que le gusta y lo que le duele a esa persona.
Te quiero significa, pues, me importa de vos, y te amo significa me importa muchísimo. Y tanto me importa que, cuando te amo, a veces priorizo tu bienestar por encima de otras cosas que también son importantes para mi.
Esta definición (que me importe de vos) no transforma al amor en una gran cosa, pero tampoco lo reduce a una tontería...
Repito: si de verdad me querés, ¡te importa de mi!.
Y por lo tanto, aunque me sea doloroso aceptarlo, si no te importa de mi, será porque no me querés. Esto no tiene nada de malo, no habla mal de vos que no me quieras, solamente es la realidad, aunque sea una triste realidad (dice la canción de Serrat: Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio... Quizás haya que entender que eso es lo triste, que no tenga remedio).
Hay muchas cosas que yo puedo hacer para demostrar, para mostrar, para corroborar, confirmar o legitimar que te quiero, paro hay una sola cosa que yo puedo hacer con mi amor, y es quererte ocuparme de vos, actuar mis afectos como yo los siento. Y como yo lo sienta será mi manera de quererte.
Vos podés recibirlo o podés negarlo, podés darte cuenta de lo que significa o podés ignorarlo supinamente. Pero ésta es mi manera de quererte, no hay ninguna otra disponible.
Cada uno de nosotros tiene una sola manera de querer, la propia.
Querer y mostrarte que te quiero pueden ser dos cosas distintas para mi y para vos. Y en estas, como en todas las cosas, podemos estar en absoluto desacuerdo sin que necesariamente alguno de los do esté equivocado.
Cuando alguien te quiere, lo que hace es ocupar una parte de su vida, de su tiempo y de su atención en vos.
Cuando alguien te quiere, sus acciones dejan ver claramente cuánto le importás.
Y la verdad es que yo no creo que el amor sea un espacio de sacrificio. Yo no creo que sacrificarse por el otro garantice ningún amor, y mucho menos creo que ésta sea la pauta que reafirma mi amor por el otro.
El amor es un sentimiento que avala la capacidad para disfrutar juntos de las cosas y no una medida de cuánto estoy dispuesto a sufrir por vos, o cuánto soy capaz de renunciar a mi.
En todo caso, la medida de nuestro amor no la podemos condicionar al dolor compartido, aunque éste sea parte de la vida. Nuestro amor se mide y trasciende en nuestra capacidad de reconocer juntos este camino disfrutando cada paso tan intensamente como seamos capaces y aumentando nuestra capacidad de disfrutar precisamente porque estamos juntos.
Puedo querer tanto como para llegar a aquello que dijimos que es el amor, a que me alegre tu sola existencia mas allá de que estés conmigo o no.
¿Es tan fácil darse cuenta cuando a uno no lo quieren?
¿Basta con mirar al otro fijamente a los ojos? ¿Alcanza con verlo moverse en el mundo? ¿Es suficiente con preguntarle o preguntarme...?
Si así fuera, ¿cómo se explica tanto desengaño? ¿Por qué la gente se defrauda tan seguido si en realidad es tan sencillo darse cuenta de cuánto les importamos o no les importamos a los que queremos?
¿Cómo puede asombrarnos el descubrimiento de la verdad del desamor?.
¿Cómo pudimos pensarnos queridos cuando en realidad no lo fuimos?
Tres cosas hay que impiden nuestra claridad.
- Hay aquí algo para aprender... Nadie es mas vulnerable a creerse algo falso que aquel que desea que la mentira sea cierta.
Quiero, ambiciono y deseo tanto que me quieras, tengo tanta necesidad de que vos me quieras, que quizás pueda ver en cualquiera de tus actitudes una expresión de tu amor.
Tengo tantas ganas de creerme esa mentira (como el rey del cuento), que no me importa que sea evidente su falsedad.
- El otro no me quiere como yo lo quiero y mucho menos como yo quisiera que me quiera, el otro me quiere a su manera.
- A medida que recorro el camino del encuentro, aprendo a aceptar que quizás no me quieras.
Es fácil no quererme a mi como no querer a cualquier otro.
Si me sacrifico, me mutilo y cancelo mi vida por vos, podré conseguir tu lástima, tu desprecio, tu conmiseración, quizás hasta tu gratitud, pero no conseguiré que me quieras, porque eso no depende de lo que yo pueda hacer.
Lamentablemente, todos se enteran de las mismas malas noticias: no solo no podemos hacer nada para que nos quieran, sino que tampoco podemos hacer nada para dejar de querer.
Porque la idea de la entrega y la franqueza tiene un problema. Si yo me abro, quedo en un lugar forzosamente vulnerable.
Desde luego que si, la intimidad es un espacio vulnerable por definición y por lo tanto inevitablemente riesgos. Con el corazón abierto, el daño que me puede hacer aquel con quien intimo es mucho mayor que en cualquier otro tipo de vínculo.
La entrega implica sacarme la coraza y quedarme expuesto, blandito y desprotegido.
Intimar es darle al otro las herramientas y la llave para que pueda hacerme daño teniendo la certeza de que no lo va a hacer.
Por eso, la intimidad es una relación que no se da rápidamente, sino que se construye en un proceso permanente de desarrollo y transformación. En ella, despacito, vamos encontrando el deseo de abrirnos, vamos corriendo uno por uno todos los riesgos de la entrega y de la autenticidad, vamos develando nuestros misterios a medida que conquistamos mas espacios de aceptación y apertura.
Una de las características fundamentales de estos vínculos es el respeto a la individualidad del otro.
Tres aspectos de los vínculos humanos que son como el trípode de la mesa en la cual se apoya todo que constituye una relación íntima.
Esas tres patas son:
Amor
Atracción
Confianza
Esto de las tres patas no sería tan problemático si no fuera por ese pequeño, diminuto y terrible detalle: Ninguna de estas tres cosas (amor, confianza y atracción) dependen de nuestra voluntad.
Por supuesto, no estoy diciendo que sentir o no sentir estas tres cosas sea independiente de lo que el otro sea o haga. Es más, sin demasiado trabajo nos podemos dar cuenta de que si está bien es cierto que no puedo hacer nada para quererte, para que me atraigas o para confiar en vos, vos si podés hacer algo.
Yo puedo hacer cosas para que vos te des cuenta de que soy confiable, y puedo hacer cosas para tratar de agradarte y para despertar en vos amor por mi.
Pero no hay nada que yo pueda hacer para sentir lo mismo por vos si no está sucediéndome.
Si mi afecto, mi atracción y mi confianza dependen de alguien, es mucho mas de vos que de mi.
Yo no puedo sentirme atraído por lo que fuiste, sino por lo que sos.
Sin embargo yo recuerdo aquel día en que te conocí. Pienso en ese momento y se alegra el alma al rememorar. Es verdad, pero eso no es atracción, es nostalgia.
Una cosa es no pedir cosas a cambio de lo que doy y otra muy distinta es negarme a recibir algo que me dan o rechazarlo porque yo decidí que no me lo merezco. Muy en el fondo el mensaje es “lo que das no sirve”, “tu opinión no importa”, “lo tuyo no vale” y “vos no sabés”.
Hay que saber el daño que le hacemos al otro por negarnos a recibir lo que el otro, desde el corazón, tiene para darnos.
Amor a los hijos.
Una pareja viene a verme y me dice:
- Nos vamos a casar, queremos tener hijos...
Entonces yo les digo:
- Saben ustedes que si quedan embarazados a partir de aquí, nueve meses, mas dos años, no pueden separarse pase lo que pase entre ustedes?
- ¿Cómo que no nos podemos separar?. ¿Quién lo dice?.
- Yo. Nada de lo que dicen es una excusa para permitirse dañar a los que no se pueden defender... Lo siento”.
La vida no termina en fracaso porque se caiga un proyecto
Salimos al mundo a buscar lo que nos faltó ofreciendo a cambio de lo que recibimos.
La vida es una transacción: dar y recibir son dos caras de la misma moneda. Si la moneda tiene una sola cara, es falsa, cualquiera sea la cara que falte. Es de todas formas dramático que alguien no quiera recibir “nada” a cambio de darlo “todo”.
Puede suceder que en este ejercicio te encuentres sintiendo que aquello que te faltó, en realidad es lo que mas das. A veces pasa...
Es que en el camino aprendo a dar lo que necesito.
Es una explosión muy interesante, una jugada maestra para tratar de obtener lo que quiero.
Por ejemplo, voy por el mundo mostrando que acepto a todos, no porque quiera aceptarlos, sino porque en realidad es lo que busco, alguien que me acepte incondicionalmente. Un pequeño intento para ver si me vuelve lo mismo que yo estoy necesitando.
A veces nos parecemos mucho a este señor estúpido. Sabemos donde está cada cosa y cada persona que queremos, pero muchas veces no sabemos dónde estamos nosotros. Nos hemos olvidado de nuestro lugar en el mundo. Podemos rápidamente ubicar el lugar de los demás, el lugar que los demás tienen en nuestra vida, y a veces hasta podemos definir el lugar que nosotros tenemos en la vida de otros, pero nos olvidamos de cuál es el lugar que nosotros tenemos en nuestra propia vida.
La primera cosa que se nos ocurre hacer con alguien que queremos es cuidarlo, ocuparnos de el, escucharlo, procurarle las cosas que le gustan, ocuparnos de que disfrute de la vida y regalarle lo que mas quiere en el mundo, llevarlo a los lugares que mas le agradan, facilitarle las cosas que le dan trabajo, ofrecerle comodidad y compresión.
Cuando el otro nos quiere, hace exactamente lo mismo.
Ahora, me pregunto: ¿Por qué no hacer estas cosas con nosotros mismos?.
Pero, claro, si mi manera de demostrar mi amor es quedarme a merced del otro, compartir las peores cosas juntos y ofrecerle mi vida en sacrificio, seguramente, mi manera de relacionarme conmigo será complicarme la vida desde que me levanto hasta que me acuesto.
Enojarse con el otro por como es significa que, para que yo pueda quererlo, tiene que ser como yo quiero que sea.
Si yo renuncio a ser el centro de mi mundo, alguien va a ocupar ese espacio. Si giro alrededor tuyo empiezo a estar pendiente de todo lo que digas y hagas. Entonces vivo en función de lo que me permitas, de lo que me des, de lo que me enseñes, de lo que me muestres de lo que me ocultes...
Y por otro lado, cuando me doy cuenta de que soy el centro del mundo del otro, me empiezo a asfixiar, me pudro, me canso y quiero escapar...
Apuesto con todo mi corazón por nosotros. Pero si vas a forzarme a elegir...
entre vos y yo... yo
Nos acercamos por las afinidades pero nos mantenemos juntos por las diferencias, porque son ellas las que nos permiten utilizar los conflictos como herramientas de nuestro crecimiento y considerar al otro mi maestra o maestro cuando discutimos (en lugar de tratarlo como un enemigo), para poder enriquecerme con todo aquello de lo que el otro es capaz y yo no...
Es que estar enamorado no es amar.
Porque amar es un sentimiento y estar enamorado es una pasión.
Las pasiones por definición son emociones desenfrenadas, fuertes, absorbentes, intensas y fugaces como el destello de un flash, que son capaces de producir transitoriamente una exaltación en el estado de ánimo y una alteración de la conciencia del mundo del que la siente.
Hay que entender esto para poder diferenciar después el enamoramiento del amor.
Este caos emocional tiene, lamentablemente y afortunadamente, una duración muy corta: Digo lamentablemente porque mientras vivimos nos gustaría, a pesar de todo, permanecer en la fascinante intensidad de cada una de las vivencias, y digo afortunadamente porque creo que nuestras células explotarían si este estado se prolongara mas allá de unas cuantas semanas.
Inmerso en esa pasión perturbadora, nadie puede hacer otra cosa que no sea estar, pensar o recordar a la persona de la cual está enamorada. Se trata pues de un estado fugaz de descentramiento (uno cree que el centro de la vida de uno es el otro), una especie de locura transitoria que, como dije, se cura sola y en general sin dejar secuelas.
Durante el tiempo que dura el enamoramiento (dicen los libros que entre cinco minutos y tres meses, no mas), uno vive en función del otro, si llamó, si no llamó, si está, si no está, si me miró, si no me miró, si me quiere, si no me quiere...
Estar enamorado es enredarse en un doloroso placer, el de la disolución en el otro.
Si nos detuviéramos a pensarlo en serio nos daríamos cuenta de lo amenazante para nuestra integridad que sería vivir en ese estado.
Lo importante de toda relación interpersonal no es que yo te diga que te quiero, ni que te lo demuestre. Lo importante es si vos te sentís querido o no.
Se suicida por amor aquel que necesita tanto ser amado por el otro que no se quiere lo suficiente a si mismo.
Lo que mas me gusta de mi relación de pareja es que mi esposa y yo sabemos que cualquiera de los dos podría hacer una elección diferente.
Lo que nos gusta de nuestra relación es saber que nos elegimos mutuamente porque así se nos da la gana.
Esta es la verdad historia de la fidelidad.
Repito, no somos responsables de las emociones, pero si de lo que hacemos con las emociones.
Queremos pensar que se ama una sola vez en la vida y para siempre, aunque sepamos que no es verdad. Preferimos retorcernos de miedo controlando lo que el otro hace cuando no estamos juntos y seguir aferrados a la idea de que no podríamos vivir el uno sin el otro, aunque sabemos que sin el amado la vida igual continúa aunque no continúe igual.
Porque...
Ahora yo sé que no se ama una sola vez ni para siempre, me doy cuenta de que mi esposa bien podría haberme dejado de amar o podría dejar de amarme mañana...
Ahora que sé que el sexo no necesariamente está ligado al amor, me entero de que ella podría elegir con quién va a tener relaciones sexuales.
Ahora que sé que la persona que amo puede amar a mas de una persona a la vez, me doy cuenta de que sentirme querido no garantiza que ella no ame a otros.
Ahora que yo sé que se deja de amar y que ella elige sobre su propia vida...
Ahora...
Cuando yo llego a mi casa y mi esposa realmente está para encontrarse conmigo y para amarnos, entonces le doy a ese encuentro el valor que tiene.
Ahora que sé todo esto, y estoy seguro de que ella lo sabe, la conciencia de nuestra libertad de elección lejos de ser una catástrofe es el pasaporte a una relación de pareja mas plena y trascendente.
Ya que eres mi esposa, mi amada y elegida esposa, te pido que seas... lo que tu quieras ser en cada momento del día de nuestra vida juntos...
El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar a otro para que sea quien es,
Mucho mas allá de que sea autenticidad sea o no de mi conveniencia.
Mucho mas allá de que, siendo quien SOS, me elijas o no a mi, para continuar juntos el camino.
Si estás doliéndote de tu pasado, es que estás dormido. Lo importante es levantarse para no volver a caer. La solución está en tu capacidad de comprensión y de ver otra cosa que lo que te permites ver. Ver lo que hay detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás cómo todo cambia, que el pasado está muerto y el que se duerme en el pasado está muerto, porque sólo el presente es vivo si tú estás despierto en él.
Qué bueno sería, de verdad, que empecemos, de aquí en adelante, a estar más atentos a lo que construimos.
Claro que a veces hay zonas turbulentas donde un terremoto viene, te derrumba todo lo que hiciste y tenés que empezar de nuevo. Es verdad.
¿El afuera existe? No hay duda. Pero no agreguemos a estas contingencias del afuera la contingencia de no habernos ocupado adecuadamente de construir esta casa.
Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña. Es mi responsabilidad defenderme de los que me hacen daño. Es mi responsabilidad hacerme cargo de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos.
Y si no vas a quererme, así, como soy;
y si te vas a ir de mi lado, así como soy;
y si en la noche más larga y más fría del invierno
me vas a dejar solo y te vas a ir...
cerrá la puerta, ¿viste? porque entra viento.
Cerrá la puerta. Si ésa es tu decisión, cerrá la puerta.
Cuando uno toma decisiones para hacer cosas con el otro, cosas importantes como hacer el amor, o no importantes como caminar por una plaza, o quizás tan importantes como caminar por una plaza o no tan importantes como hacer el amor, tiene que darse cuenta que son decisiones voluntarias, tomadas para hacer al lado del otro, pero no “por” el otro, sino “con” el otro.
Es importante empezar a darnos cuenta que nuestra relación con el mundo, con los demás, con el prójimo, en realidad es hacer cosas “con” los otros.
Y que este “con el otro” es autónomo, que depende de nuestra libre decisión de hacerlo.
Que no hago cosas por vos y que por eso no me debés nada.
Que no hacés cosas por mí y por eso no te debo nada.
Que, en todo caso, hacemos cosas juntos.
Y estamos alegres por eso.
Aprender a caminar juntos será un nuevo desafío, el del camino que sigue: El camino del Encuentro.
Entonces no me quedaré dependiendo de vos y no trataré de que dependas de mí.
Dejaré de transitar este espacio de intentar que me temas.
Detestaré la necesidad de que me odies.
Cancelaré la postura de víctima, para que nunca me tengas lástima.
Y no intentaré más que me necesites.
Me conformaré con que me quieras o no.
Y en todo caso, si vos no me querés, no te angusties por mí, siempre habrá alguien capaz de quererme.